Comenzamos a publicar una serie de artículos aparecidos en el histórico órgano de expresión de la “Liga Española para el Impuesto Único” en los cuales se narran los más importantes hechos de la vida del decimonónico gran reformador social Henry George.
J. Ayo
I
La niñez y la juventud de Henry George
Henry George nació el 2 de Septiembre de 1839 en una casita de dos pisos que todavía se conserva en buen estado en Filadelfia, calle 10, Sur de Pine a menos de media milla de la casa del Estado donde se firmó la Declaración de Independencia.
Desde muy niño y ya en la escuela primaria empezó a demostrar su afición a la lectura y el estudio. Todos los ratos de ocio los pasaba devorando libros en la Biblioteca del Instituto de Franklin.
Entre los 16 y los 17 años entró en la tripulación del «Hindoo», buque que hacía el recorrido: Nueva York-Melbourne-Calcuta.
A los 18 años aprendió el oficio de tipógrafo. A los 19 años marchó a California desembarcando en San Francisco el 27 de Mayo de 1858, después de un viaje de 155 días desde Filadelfia.
Muchas y graves vicisitudes pasó en aquel período de su vida con alternativas de bienestar e indigencia. Todos sus ahorros los perdió en la expedición al Río Fracer donde creyó, con otros muchos, encontrar minas de oro. A su vuelta a San Francisco en 1850, volvió a ocuparse en su oficio de tipógrafo.
Por esta época conoció a la que fue después su digna compañera, Miss Annie Corsina Fox. Se casaron el 3 de Diciembre de 1861 cuando él tenía veintidós años y ella diecisiete.
No hubo viaje de bodas para estos recién casados. Lejos de eso a la mañana siguiente levantose el marido a las cinco y salió en busca de trabajo que encontró como tipógrafo suplente. Después de estar trabajando todo el día todavía buscó un destajo por la noche y estuvo trabajando hasta la madrugada.
Poco tiempo después se trasladó a Sacramento y ganó buenos salarios en la imprenta del diario de la mañana «La Unión».
El 3 de noviembre de 1862 nació su primer hijo que lleva su mismo nombre y hoy es distinguido miembro de la Cámara de Representantes de los Estados Unidos, y digno continuador de su santo padre en la noble y grande causa que instituyó.
Esta nueva responsabilidad le hizo procurarse ingresos extraordinarios y entonces ocurrió que habiendo llegado a dar una conferencia un joven periodista llamado Samuel L. Clemens (quien después se hizo célebre como humorista por todo el mundo con el sobrenombre de «Mark Twain») el organizador de dicha conferencia, empleó a Henry George para recoger los billetes a la entrada.
En enero de 1865 nació su segundo hijo, (hoy distinguido escultor en Nueva York) cuando el hogar estaba en las más horribles condiciones de miseria. El médico dijo: «no pierdan tiempo en lavar al niño, sino apresurarse a alimentarle porque se muere de inanición» Lo que entonces ocurrió no lo refirió Henry George hasta diez y siete años después:
«Salí a la calle decidido a que me diera dinero el primer transeúnte que llevara aspecto de llevarlo. Detuve a un forastero y le dije necesitaba cinco duros. Me preguntó que para qué los necesitaba, le repliqué que mi mujer estaba en cama y que no tenía qué comer. Entonces me dio el dinero. Creo que a si no me lo da le hubiera matado en mi desesperación.»
La indigencia de Henry George jamás pudo achacarse a indolencia o disipación. Fue siempre un infatigable trabajador, no tenía ningún vicio a menos que el fumar sea un vicio, y tenía un delicadísimo sentido de su responsabilidad. Lo que le ocurrió fue ser una de las muchas víctimas de aquellos duros tiempos en que Mark Twain confesaba haber estado hambriento y con impulsos criminales ante el escaparate de un restauran en San Francisco. Fue la miseria que trae consigo el desorden en las condiciones industriales.
Por fin volvió a encontrar trabajo y pasó el rigor de la tormenta.