Cada brizna de hierba tiene su lugar en la Tierra de dónde obtiene su vida, su fuerza; y así está el hombre arraigado a la tierra de la que obtiene su fe junto con su vida.
– Joseph Conrad (1857- 1924)
“No tengo enemistad hacia el Inglés, pero si hacia su civilización “, dijo Mohandas K. Gandhi, conocido como Mahatma o Gran Alma por su voluntad indomable y devoción desinteresada al pueblo de la India, cuando él los condujo hacia la independencia del dominio colonial británico. A pesar de que se refirió a la civilización Inglesa en esta declaración, Gandhi estaba criticando las estructuras sociales e instituciones de los llamados civilizaciones dominadoras en general. Las civilizaciones dominadoras se caracterizan por personas que no reconocen que su propio bienestar depende del bienestar de las comunidades en las que viven. Como resultado de su sentido de alienación, las personas dentro de estas civilizaciones buscan controlar y dominar a los demás, por lo general a través de estructuras sociales que ejercen el poder de arriba a abajo. Gandhi creía que mientras la autonomía y la libertad de cada miembro de la sociedad fuese limitada, la violencia institucionalizada impregnaría invariablemente la sociedad. Él defendido el principio de autogobierno, o swaraj, como un efectivo antídoto contra los poderes globalizados que a menudo sirven a los
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limitados intereses particulares, de corporaciones y de los gobiernos.
Swaraj, según Gandhi, es el reconocimiento de la autonomía innata de todo ser humano; destaca la autosuficiencia del individuo tanto en los asuntos privados y públicos como un requisito previo esencial para la experiencia de la unidad social y la armonía a una escala mayor. Swaraj desafía la creencia de que la sociedad sólo puede ser controlada efectivamente de arriba hacia abajo, en lugar de a nivel local desde cero y hacia arriba. La visión de swaraj es aquella en la que las comunidades locales son entidades son efectivamente auto-gobernadas, aunque también están conectadas en sus relaciones con otras comunidades soberanas alrededor de ellas. El principio de swaraj se ha expresado de muchas formas diferentes a lo largo de la historia. Tal como es intuido por los comentaristas políticos modernos en su llamadas a un gobierno pequeño, también es implícitamente reconocido este hecho por grupos de defensa de base civil local y los movimientos civiles comunitarios.
Pero la sociedad actual parece estar orientada en la dirección opuesta. La falta de acceso asequible a las fuerzas de la tierra provoca que algunos de nosotros llevemos a cabo trabajos que no contribuyen necesariamente a nuestra comunidad local y que tienen poco que ver con nuestra habilidades, intereses y deseos individuales de marcar una diferencia en el mundo; mientras tanto, las oportunidades de autoempleo y el perfeccionamiento de la artesanía tradicional de formas únicas adecuadas para nuestros temperamentos individuales parecen disminuir a lo largo del tiempo. ¿Por qué estamos presenciando este monumental cambio en el desarrollo humano hacia una, cada vez mayor, centralización
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del poder de la toma de decisiones de arriba hacia abajo? ¿Es sólo porque nuestro mundo se ha vuelto cada vez más interconectado a través de la infraestructura y la tecnología, o hay quizá otra razón más profunda?
Hemos visto que los sistemas de ingresos públicos crean incentivos conductuales que influyen directamente en el individuo así como influye en los destinos de los colectivos humanos. Desafortunadamente, en la mayoría de las naciones, los ingresos fiscales derivados de las actividades de producción y consumo son recogidas en el ámbito local y a menudo se canalizan directamente al nivel nacional y desde el nivel nacional son a continuación redistribuidos lentamente de vuelta al nivel local. Los impuesto a la renta y a las nóminas, por ejemplo, se van por lo general al gobierno nacional, pero luego sólo de manera muy lenta encontran su camino de regreso a la economía local. Este enfoque “en cascada” de arriba a abajo, fomenta la centralización del poder de dos maneras.
En primer lugar, porque los ingresos fiscales no se conservan en el nivel de ámbito local antes de ser redirigidos hacia el Estado y el nivel nacional, haciendo que la riqueza y el poder se concentren en las manos de unos pocos que toman las decisiones clave. La gente en estas posiciones de poder a menudo son capaces de desviar grandes cantidades de riqueza para fines de interés personal o en beneficio de los esfuerzos de lobbys, en lugar de para el beneficio de las comunidades que crearon la riqueza en un principio.
En segundo lugar, siempre y cuando los ingresos fiscales encuentren su camino de regreso al nivel local, lo hacen sólo en una pequeña fracción de la riqueza que originalmente se desvió y por lo general vienen con condiciones. Esta práctica no sólo crea dependencias insanas
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entre las comunidades locales y los niveles más altos de gobierno, que son contrarios a la democracia en espíritu, pero también obligan a las comunidades locales a luchar por el acceso a la riqueza necesaria que era de ellas en un primer momento.
Al igual que Gandhi reconoció que un enfoque de arriba hacia abajo generalmente es perjudicial para las personas, también nosotros debiésemos ser sabios y reconocer que las sociedades sólo pueden florecer en el tiempo siempre y cuando los seres humanos permanezcan capacitados de decidir a nivel local. Para avanzar, entonces, debemos tener en cuenta la sabiduría de swaraj– la sabiduría del autogobierno y la autonomía local: Sólo estaremos plenamente capacitados para decidir a nivel local si nuestro dinero fluye hacia arriba en vez de hacia abajo. La riqueza generada localmente tiene que ser retenido primero en el nivel local antes de que pase hacia a mivel de concejo, provincia o nacional y luego a un nivel internacional. Las contribuciones de tierras comunitarias tienen el potencial para lograr este enfoque de abajo hacia arriba. Dado que toda la riqueza proviene de la naturaleza, los ingresos de la comunidad mediante las contribuciones de tierra pueden convertirse en el principal mecanismo por el que se pueda conservar la riqueza a nivel local de manera más eficiente, empoderada y efectiva. (59)
Los derechos de uso del suelo (véase el Capítulo 8, Restaurando las Comunidades) son una forma efectiva conservar la riqueza a un nivel local, ya que las comunidades reciben una renta perpetua de las propiedades vinculadas a los derechos de uso del suelo. Este modelo es marcadamente diferente de nuestra realidad actual, donde cada vez que una propiedad se vende, las instituciones financieras ofrecen financiamiento a los compradores que tienen que pagar precios más altos ya que la tierra se hace más cara con el paso del tiempo. A través de este proceso,
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la riqueza de la comunidad se privatiza y se desvia al sector financiero y a los terratenientes. Los derechos de uso del suelo, por otro lado, contrarrestarían esta tendencia porque los derechos de uso del suelo reducen drásticamente el precio de venta de la tierra; los compradores requerirían poca financiación externa, si fuese necesario, para la compra de propiedades vinculadas a los derechos de uso del suelo.
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