“Ni la justicia social, ni un sistema de libre mercado que funcione bien pueden ser disfrutados el uno sin el otro.”
– Kris Feder, Profesor Asociado de Economía del Bard College
Un mercado verdaderamente libre es un componente saludable de cualquier sociedad equilibrada. Los mercados son libres cuando los seres humanos tienen igualdad de oportunidades para influir en la producción y el comercio de los bienes y servicios deseables. Cuando las personas compiten para producir bienes o servicios, algunos son capaces de alcanzar el control del mercado y fijar los precios de mercado debido a condiciones naturales, sociales o políticas favorables : alcanzan un monopolio. El problema con los monopolios, sin embargo, es que permiten a los que han llegado a ellos, extraer dinero de la sociedad sin suministrar bienes o servicios de valor equivalente. (8)
Cuando una entidad tiene control completo sobre un mercado, esto se conoce como un monopolio absoluto. Pero los monopolios también pueden ocurrir cuando el mercado se cerró a nuevos participantes porque la oferta global no puede ser aumentada; estos son conocidos como monopolios de entrada porque las entidades externas no pueden participar en el mercado a menos que otra entidad que ya esté participando en el mercado esté dispuesta a transferir sus privilegios de mercado a la entidad externa.
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El mercado de los dominios de Internet de nivel superior – los que terminan en “.com” o “.org”, por ejemplo- es un monopolio de entrada. Debido a que los nombres de dominio reales no se pueden replicar (por ejemplo, no puede haber otra página progress.org) y dado que sólo hay un número limitado de combinaciones de letras, el mercado de los nombres de dominios de Internet de nivel superior hoy ya no es un mercado libre, sino más bien un mercado monopolizado. Como muchas personas que quieren registrar dominios de Internet ya conocen, muchos nombres de dominio buenos ya son propiedad de individuos y empresas que en realidad no les dieron uso productivo, sino que únicamente controlan los nombres para revenderlos a precios exorbitantes.
La propiedad de la tierra es también un monopolio de entrada: La tierra es, naturalmente, escasa para cada lugar ya que su oferta no se puede aumentar. Nueva tierra no puede ser creada, por lo que si la gente quiere convertirse en propietaria de tierra, tienen que comprar la tierra de alguien que ya la posee. La perspectiva de que la propiedad de la tierra es un monopolio de entrada puede parecer extraño al principio porque pocos de nosotros se nos enseña a ver el mercado de bienes raíces (tierra) bajo esta luz. Pero vamos a examinar la cuestión desde otra perspectiva: ¿Cuánto cuesta producir tierra? Nada, porque la tierra no puede ser producida, pero la gente hace dinero con la tierra no obstante. El mercado inmobiliario de la tierra tiene que ser un monopolio ya que, según nuestra definición anterior, los monopolios permiten a sus participantes extraer dinero de la sociedad sin dar bienes o servicios hechos por humanos de valor equivalente.
Agentes inmobiliarios, propietarios de pequeñas empresas, y gerentes de propiedades saben muy bien que la ubicación que ofrece una parcela de tierra parti-
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cular, o propiedad, da una ventaja competitiva sobre otros. Una casa destartalada en un barrio caro tiende a ser más valiosa que una casa cara de tamaño similar en un barrio deteriorado. ¿Por qué? Porque las cualidades sociales deseables que existen en una ubicación le otorgan su valor, y esas cualidades no pueden ser unilateralmente creadas por los propios dueños de la propiedad; las cualidades deseables sólo se pueden obtener de la riqueza, la comodidad y los beneficios que existen en el medio ambiente circundante.
Esta ventaja de ubicación que ofrece la monopólica naturaleza del mercado, permite a los propietarios de los inmuebles sacar provecho de la tierra. Cuando la gente compra un pedazo de tierra, su propiedad les da el derecho de excluir al resto de la sociedad de los beneficios que les ofrece su tierra, a pesar de que esos beneficios sólo se deben a la naturaleza y a la presencia de los bienes y servicios que han sido proporcionados por esa misma sociedad en primer lugar. Los compradores pagan por los derechos de acceso exclusivos a la tierra y pagan sólo al terrateniente anterior en lugar de a todas las personas que están ahora excluidas de los privilegios de ubicación que éste particular pedazo de tierra proporciona; aunque esta gente excluída podría vivir en otro lugar, los mismos monopolios de entrada son similares en otros lugares también. Vivimos en un sistema económico que permite que un solo comprador posea una parte de la Tierra sin que el propietario deba reembolsar a los afectados negativamente por su exclusión.
Imaginemos que somos dueños de una parcela vacía de terreno. Nosotros podríamos alquilarla en el mercado abierto a otra persona por
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6,000$ al año, o, alternativamente, usarla nosotros mismos. Su valor de mercado anual de 6.000$ es el valor que otros individuos están dispuestos a pagar para obtener el acceso a las ventajas que esta tierra particular ofrece en esta ubicación específica: en otras palabras, esta cifra nos da la renta de la tierra.
Contratemos a un agricultor a tiempo parcial por 9.000$ para operar una pequeña granja en este pedazo de tierra, y compremos también equipamiento por 3.000$. Supongamos que al final de la temporada en la granja se han producido 20.000$ de valor de producción (Tabla 3- 1).
Tabla 3- 1: RESULTADO DE LA GRANJA
Sabemos que el valor de la renta de la tierra que poseemos – lo que la gente pagaría por el privilegio de usar la tierra si tuviese la oportunidad de hacerlo- es de 6,000$ al año. Pero debido a que somos dueños de la tierra y por lo tanto nos encuentramos en una posición de monopolio
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podemos pagarnos el coste de 6.000$ a nosotros mismos. (9) Así es como los dueños de las propiedades ganan un extra de 6,000$ en beneficios a través de la propiedad de la tierra. Si bien este recurso es retenido fuera del mercado, el propio mercado no es compensado por esta exclusión, por lo que el mercado es artificialmente restringido. Y a pesar de que nosotros, como propietarios podríamos haber pagado un valor justo de mercado por nuestra tierra en el momento de la compra, sólo pagamos este precio de compra a otro individuo -el anterior propietario de la propiedad- y no a todos los participantes del mercado que han sido excluidos.
En teoría, el capitalismo es un sistema económico que permite gente a comerciar libremente bienes y servicios en una economía competitiva de libre mercado. Pero, dado que la propiedad absoluta de la tierra crea un monopolio de entrada, restringe el funcionamiento del libre mercado. Creyendo falsamente que nuestros mercados son libres, hemos creado un malentendido de proporciones históricas. El capitalismo se ha enorgullecido de sí mismo, de la eficiencia del sistema de libre mercado durante siglos, pero debido a que el capitalismo permite a las personas monopolizar la tierra y otros dones de la naturaleza, tenemos que darnos cuenta de que es posible que nunca hayamos tenido capitalismo verdadero en el sentido de que los mercados nunca han sido verdaderamente libres. Sin embargo, debido a este malentendido, muchos de nosotros tendemos a mirar al capitalismo -o al menos lo que aparenta ser capitalismo- con gran desdén. Y con razón, ya que: nuestra implementación actual del capitalismo es profundamente responsable de la explotación de la naturaleza y el declive del bienestar social.
La creencia errónea de que los mercados son libres cuando su la libertad es, de hecho, inhibida por comportamientos monopólicos
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es una de las principales fuentes de sufrimiento económico en el mundo de hoy. Pero nuestra implementación actual del capitalismo no es el único sistema económico que produce sufrimiento. Vamos a considerar otros sistemas económicos. El comunismo, por ejemplo, es un sistema en el que los medios de producción son propiedad y están controlados por el Estado; aboga por la eliminación de la producción de la riqueza de manera privada- por completo. El socialismo, por su parte, está en algún lugar entre el capitalismo y el comunismo. Tanto el capitalismo como el socialismo permiten a los individuos ser compensados por sus productos y servicios, pero también permiten que los individuos monopolicen la tierra; el comunismo, por el contrario, apunta a la capacidad de las personas para hacer dinero de la producción de riqueza como una de las causas fundamentales de la disfunción económica, y por lo tanto colectiviza todo proceso de producción de riqueza completamente. Los tres sistemas dejan de poner remedio a una amplia gama de temas de interés público y social porque no logran comprender los mecanismos por los cuales partes privadas extraen renta de la sociedad al monopolizar la tierra y cómo esta extracción perjudica a la sociedad. (10)
Muchos dueños de propiedades e instituciones financieras haciendo dinero de valores respaldados por hipotecas actualmente, se benefician de la tierra de manera similar a la forma en que los propietarios de esclavos se lucraban del trabajo de los esclavos. Sin la institución de la esclavitud, los dueños de esclavos tendrían que contratar a los trabajadores en una mercado de trabajo competitivo. Del mismo modo, la propiedad de la tierra libre de impuestos permite a las dueños de propiedades -y a las instituciones financieras que financian la propiedad de la tierra- obtener beneficios inmerecidos de la tierra; si este no fuera el caso, los dueños de propiedades
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tendrían que competir por el valor proporcionado por la tierra en régimen de alquiler o arrendamiento. Horace Greeley, periodista y abolicionista ferviente en momentos en que la esclavitud era todavía legal en muchas partes de América, observó que “cada vez que la propiedad del suelo está tan acaparada por una pequeña parte de la comunidad, la mayor parte de la comunidad se ve obligada a pagar lo que los pocos estimen conveniente exigir por el privilegio de ocupar y cultivar la tierra, algo muy similar a la esclavitud”.
Una de las principales razones por las que hasta el momento no se han tenido muchas discusiones públicas acerca de la capacidad de las personas para sacar provecho de la tierra es que ¡la mayoría de los economistas tratan a la naturaleza como capital! Ellos tratan a la tierra y todos los otros dones de la naturaleza como capital, a pesar del hecho de que la tierra es no producible y tiene una cantidad limitada para cada lugar, mientras que el capital es el resultado de los recursos humanos de producción. Esta falta de distinción de la tierra del capital impide que los economistas reconozcan el monopolio que permite a las personas extraer ingresos de la sociedad.
Los economistas Mason Gaffney y Fred Harrison denuncian en su trabajo La Corrupción de la Economía, publicado por primera vez en 1994, que los industriales hacia finales del siglo XIX siglo pudieron haber creado y promovido intencionadamente una nueva rama de la economía para desviar la atención pública de la monopolización de la naturaleza. (11) El trabajo de Gaffney y Harrison arroja una mirada fresca a la forma en la que la ciencia original de economía fue deliberadamente cada vez más marginada en favor de la llamada economía neoclásica, una teoría económica ampliamente en uso hoy, que, a pesar de su sofisticación, trata
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a la naturaleza como capital -como un recurso para ser explotado-. (12) Esto, afirman los autores, impide que la mayoría de los economistas profesionales puedan precisar “el diagnóstico de los problemas, preveer las tendencias importantes y prescribir soluciones”.
Nuestra incapacidad para compartir los dones de la naturaleza causa mucho sufrimiento en el mundo de hoy en día. La naturaleza esta viva, sin embargo, tratamos a la naturaleza como un, así llamado, “recurso” que podemos poseer y del que sacar provecho.
Por esta razón, las instituciones financieras y de extracción de recursos naturales son las empresas que se encuentran entre las empresas más rentables el mundo. El dinero del petróleo, por ejemplo, llena las arcas tanto de las empresas como de los funcionarios estatales corruptos, mientras que la persona promedio tiene que luchar para pagar por el carburante. Si bien es adecuado compensar a las empresas por sus esfuerzos cuando convierten algunos de los dones de la naturaleza en bienes materiales, ¿por qué deberíamos permitir que se beneficien de los dones que la naturaleza ofrece gratuitamente a todos los seres vivos?
Creemos erróneamente que un mercado libre debe permitir a las personas y a las empresas que se beneficien de la naturaleza, sin embargo, fallamos en darnos cuenta del inmenso coste de vida que se produce siempre que las personas se les permite cosechar lo que no han sembrado a expensas de otros. Mientras que la privatización del capital puede dar lugar a eficiencia de producción que beneficia a todo el mercado, lo mismo no puede decirse de la privatización de la naturaleza: Siempre y cuando el flujo de ingresos de la naturaleza es privatizado, los seres humanos toman para sí mismos los dones que estarían mejor siendo compartidos libremente con todos.
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